El acelerado desarrollo del sistema vial de nuestro país y el uso
creciente del autotransporte ha producido un importante incremento de
los viajes por carreteras y vialidades urbanas, al grado de que los
conductores, motociclistas, ciclistas, pasajeros y peatones, que
coexisten en la infraestructura vial, dependen cada día más de la
señalización vial y de los dispositivos de seguridad, para su protección
e información. Para satisfacer esta necesidad es indispensable
uniformizar a nivel nacional como internacional, la señalización vial, e
instalar dispositivos de seguridad que minimicen la severidad de los
daños causados en los accidentes.
Por ello, desde el Segundo Congreso
Panamericano de Carreteras, celebrado en Río de Janeiro, Brasil, en
1929, se viene discutiendo la necesidad de uniformar los dispositivos de
control del tránsito en el continente. Los subsecuentes Congresos de
Carreteras, así como los Congresos de Turismo, casi invariablemente han
recomendado se tomen medidas hacia la adopción de un sistema uniforme de
señalamiento.
En 1949, la Conferencia de Transporte Vial de las
Naciones Unidas, celebrada en Ginebra, Suiza, aprobó un Protocolo para
señales de tránsito, mismo que recibió aceptación parcial,
principalmente por parte de países europeos. Posteriormente se aceptó el
hecho de que era necesario que el Consejo Económico y Social de la ONU
sometiese a revisión el proyecto con la asistencia de los expertos
necesarios.
En 1952, la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
auxiliadas por un grupo de expertos, preparó un Proyecto de Convención
para un Sistema Uniforme de Señales.
Este proyecto de Convención fué
comunicado a los gobiernos con recomendación de que lo considerarán en
la revisión de sus sistemas de señales, ya sea unilateralmente o en
acuerdos regionales.
El resultado de estos esfuerzos puede sintetizarse en lo siguiente:
En
Europa, la mayor parte de los países utilizan señales de conformidad
con el Protocolo de 1949, de Ginebra, conteniendo señales de tránsito
generalmente a base de símbolos. En América, casi desde que se inició la
construcción de caminos, las señales de tránsito han seguido las normas
usadas en los Estados Unidos, de acuerdo con recomendaciones del Comité
Nacional de Leyes y Reglamentos Uniformes de Tránsito, encabezado por
la Oficina de Caminos Públicos de los Estados Unidos. Desde 1954,
algunos países de América Latina han adoptado la proposición de 1952 de
la ONU.
En México, varias Entidades Federativas iniciaron el uso del
mismo sistema, con ligeras modificaciones, desde 1957. Esta innovación,
aunada a la falta de un acuerdo de tipo nacional, originó el uso de una
extensa variedad de señales, entre las que prevalecían las del sistema
de los Estados Unidos y las de la proposición de la ONU.
El Comité
de Tránsito y Seguridad de los Congresos Panamericanos de Carreteras,
del que México forma parte, en su primera reunión en noviembre de 1964,
recomendó la preparación de un Manual que armonizara todas las
tendencias en el Continente hacia la adopción del proyecto propuesto por
la Organización de las Naciones Unidas. Dicho Comité se basaba en la
recomendación del Consejo Económico y Social, en su 37° Período de
Sesiones, del mismo año. En ella se invitaba a las Comisiones Económicas
Regionales a “considerar lo que pudiera hacerse para acercar los
sistemas de señalamiento vial en los países de sus regiones económicas
hacia el Proyecto de Convención de 1952 y el Protocolo de 1949”. Tomando
en cuenta las ventajas del Proyecto de Convención de 1952, ya que
reúnen características convenientes del sistema de los Estados Unidos,
así como la simbología que hace particularmente valioso el Protocolo de
Ginebra, el Gobierno de México juzgó conveniente elaborar una obra
relativa a los dispositivos para el control del tránsito en calles y
caminos. Su finalidad sería doble: primero, la adhesión a un movimiento
internacional que permita facilitar el tránsito entre los países del
continente mediante un sistema de fácil comprensión, independientemente
del idioma del usuario y, segundo, lograr la uniformidad y efectividad
de señales en toda la República Mexicana.
Considerando los Manuales
de Señales de Caminos, de 1930, de 1938 y la Parte Sexta de las
Especificaciones, de 1957, así como la inquietud nacional por mejorar el
señalamiento vial, animaron a la Secretaría de Obras Públicas a invitar
a otras Dependencias Gubernamentales y Organismos Conexos, a formar una
Comisión Mixta que realizará el estudio de un Manual único que tuviese
aceptación en todo el país. Como resultado, un grupo de ingenieros,
auxiliado por el personal necesario, laboró en forma entusiasta para
producir la primera norma nacional en cuanto a dispositivos para el control del tránsito en calles y caminos.
Tomando
como base la proposición de 1952 de la Organización de las Naciones
Unidas, se adicionaron todos aquellos dispositivos que la práctica
mexicana ha considerado convenientes y, aprovechando la buena
disposición del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, se
utilizó una parte importante del Manual publicado por la Oficina de
Caminos Públicos.
Cabe hacer notar que todas las señales o símbolos
propuestos por la ONU no fueron adoptados, sino que únicamente se
aprovecharon aquellos que se consideraron operantes. Por otro lado, se
introdujeron otros símbolos, no considerados por la ONU, que respondían a
necesidades previstas en nuestro sistema vial. En general, puede
decirse que se hizo una amalgama con lo mejor de los elementos ya
citados, lográndose un sistema que no defiriera de lo que ya se estaba
utilizando. Finalmente, en 1965, la Secretaría de Obras Públicas,
imprimió la primera edición del Manual de Dispositivos para el Control
del Tránsito, que se mejoró tanto en su presentación y contenido, dando
lugar a la segunda edición en 1966. Al haberse agotado esta edición, se presentó la oportunidad de revisar este Manual de acuerdo con la experiencia que se obtuvo desde su implantación. Se aprovechó la doble circunstancia de que el X Congreso Panamericano de Carreteras, celebrado en Montevideo, Uruguay, en 1967, había aprobado un proyecto de Manual Interamericano de Dispositivos para el Control del Tránsito y de que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Circulación por Carretera, celebrada en Viena en 1968, propuso una Convención sobre la Señalización Vial. Con base en ambos documentos y en la experiencia mexicana, se hizo una revisión exhaustiva, que dio lugar a los ajustes y adiciones que enriquecieron la tercera edición con el nombre de Manual de Dispositivos para el Control del Tránsito en Calles y Carreteras, publicado en 1972. En 1977, la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, para atender la demanda del Manual de Dispositivos para el Control del Tránsito en Calles y Carreteras, toda vez que su aplicación se generalizaba en todas las calles y carreteras del país, se abocó a revisar el Manual anterior, publicándose la cuarta edición. Por otra parte, conforme al Convenio entre las Secretarías de Asentamiento Humanos y Obras Públicas, de Comunicaciones y Transportes y de Turismo, para proporcionar el impulso que el Gobierno Federal estaba dando a la actividad turística, se requería lograr el establecimiento de sistemas que permitieran que los servicios turísticos en el país fueran eficientes, para lo cual uno de los elementos más importantes para el logro de tales objetivos, era sin duda, una adecuada información para el turista, lo que con llevó a que la Dirección General de Servicios Técnicos de la Secretaría de Asentamientos humanos y Obras Públicas, formulara una propuesta de señalamiento turístico para que fuera revisada por las partes representadas en ese Convenio, junto con el trabajo que, con el mismo tema, desarrolló la Secretaría de Turismo; así en el año de 1981, se publicó una edición provisional del “Sistema Nacional de Señalamiento Turístico”, el que contiene 126 pictogramas que cubrían las necesidades para informar y guiar a los usuarios sobre las actividades turísticas. con la satisfacción y la firme convicción de que el Sistema Nacional de Señalamiento Turístico, desarrollado por la extinta Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, redundara en mayores beneficios del país en general y del turismo en particular, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, con base en la edición provisional publicada en 1981, elaboró un nuevo Manual, donde se establecieron las normas y lineamientos para el diseño y utilización de las diversas “unidades de información”, que integran todo el sistema de señalamiento turístico, estas unidades de información trasmiten el mensaje fundamentalmente
con base en pictogramas, lo que traspasa las barreras del idioma y da
universalidad al Sistema, por lo que en 1992, se publicó la primera
edición del Manual de Señalamiento Turístico y de Servicios. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes, consciente de la necesidad de ofrecer mayor seguridad e información al usuario de las carreteras del país, generada por el incremento del parque vehicular y su movilidad, así como el crecimiento de la infraestructura vial y su modernización, y con el propósito de darle congruencia al Manual de Dispositivos para el Control del Tránsito en Calles y Carreteras, con los sistemas de señalización vial en ámbitos internacionales y regionales, propuso modificaciones y adiciones, destacando las concernientes a las dimensiones de las señales, en función del ancho de la corona del camino, al empleo de conjuntos de señales, al uso de un círculo inscrito en lámina cuadrada para las señales restrictivas, a la inclusión del color naranja en los dispositivos para protección en obra, al empleo de nuevos símbolos, a la subclasificación de las señales informativas para un mayor entendimiento y fácil uso, y a la adecuación del capítulo de semáforos que enriqueció a la quinta edición que se presentó en el XV Congreso Panamericano de Carreteras, en la Ciudad de México, en 1986.